El tres cabezas

Durante mucho tiempo Tepotzotlán fue un pueblo cuyas actividades giraban en torno al convento. Los franciscanos eran los que dominaban las áreas económicas de la zona a pesar de que existían prosperas haciendas en sus alrededores. Estos religiosos trataban mejor a sus sirvientes y muchos de ellos también prosperaron económicamente. En lo que hoy se conoce como capula habitaban 3 hermanos que se habían quedado huérfanos desde jóvenes pero que los franciscanos los había guiado y se habían convertido en hombres de provecho. Contaba ya con 25 años el mayor y 23 y 21 años los menores. Todos trabajaban en las tierras que sus padres les habían heredado y como no tenían vicios su prosperidad era notada por todos y la hija del dueño de la hacienda de cuatro caminos se había fijado en ellos sin embargo, educada dentro de un ambiente sin moral y decencia, solo quería divertirse y mostrarle a los demás que ella podría hacer que los hermanos la adoraran. En la fiesta de San Pedro, se presentó y como era natural todos los hombres la observaron disimuladamente pero ella no prestó la menor importancia a las miradas de ellos y solo hasta que llegaron los hermanos mostro su sonrisa y desparpajo. Los hermanos no estaban acostumbrados a socializar y difícilmente podían disimular su asombro ante los encantos de esa mujer que para ese momento ya estaba muy cerca de ellos. El más chico de los tres que a su vez era el menos cauteloso le sonrío inocentemente y mientras la joven le correspondía dicho atrevimiento los otros observaron celosos. Días después el mayor se encontró con la doncella que se atrevió a saludarle y sin vacilar el mayor le contestó el saludo. El domingo siguiente fue el turno del hermano que faltaba y, aunque estaban los otros dos solo a él le dedicó una sonrisa y una mirada sin ningún recato. La trampa ya estaba tendida pero el padre José, el cual había sido informado de lo que ocurría se presentó en su casa y sin mostrar interés alguno sobre el tema les dijo que tuvieran cuidado con la belleza y que lo que importaba era el corazón y las buenas costumbres. Poco efecto produjo esa plática ya que al domingo siguiente, en plena misa, la hija del hacendado mandó decir a los tres hermanos que los esperaba en el cruce de caminos de las ánimas y de Coyotepec. Ninguno de ellos se dio cuenta que habían sido avisados los otros dos y pretextando cualquier cosa se ausentaron para dirigirse a la cita. Su sorpresa fue enorme al darse cuenta que los tres estaban ahí y que ella solos e reía y se burlaba. Se sintieron avergonzados, humillados y molestos y la ira los inundó a tal grado que uno de ellos disparó su arma al cielo. El ruido espanto al caballo que montaba la doncella que galopó en dirección a la sierra de Tepotzotlán. Los hermanos la siguieron tratando de calmarla pero el terror se notaba en sus ojos y lo único que conseguían era espantarla más. Un hilo de polvo quedó tras su marcha y la gente esperó durante unos horas antes de que empezaran a buscarlos. Al amanecer encontraron el cuerpo de la mujer colgado de un árbol junto a los cuerpos de los tres hermanos que habías escrito unas líneas en un pedazo de papel. Lo que decía describía como la doncella degolló a los tres hermanos y que al darse cuenta de lo que había hecho se suicidio al no poder soportar la idea de ser la asesina de tres buenos hombres. Pasaron muchos años antes de que la gente volviera a hacer uso de ese camino y solo el paso del tiempo a borrado los nombres aunque no de lo que la gente empezó a llamar “El cerro del tres cabezas”

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